sábado, 19 de marzo de 2016

Capítulo 6

A la mañana siguiente desperté gracias al aspirador de las señoras de limpieza. Seguramente Jae les dijo que viniesen temprano solo para despertarme y molestarme.
-Buenos días, Haneul. - dijo una señora sonriente.
-Buenos...- contesté media dormida.
-¿Quién es el chico que está desayunando en la cocina con Jae?
-Va a estar unos días, es un invitado.
-No está nada mal.- rió. - Pues me dijo que bajase a desayunar.
-No tengo ganas. - mentí. ¿Ayer le obligué salir de mi habitación cabreada y ahora me trata así? Ese tío estaba loco.
-Como quiera. - sonrió. Después de unos segundos la señora de la limpieza salió de mi habitación cerrando la puerta suavemente. 
¿Por qué seguía fijándose en mí de esa manera? Sabía perfectamente que estaba prometida...y con su mejor amigo. No saldría de mi habitación aunque me lo pidiese Ji Yong. Tenía miedo de que si desobedeciera a las órdenes de Jae, pudiese pasar algo. Me adentré en el cuarto de baño, en la gran bañera blanca y estuve hundida en esta media hora. Mis dedos estaban arrugados, pero yo me encontraba en el cielo.
|Ji Yong|
-Hoy si quieres vamos a ver el partido de fútbol al bar.- dijo Jae acabando de desayunar.
-De acuerdo tío. - contesté.- Oye, ¿qué le pasa a Haneul? Dijo la señora de la limpieza que no quería bajar...- Jae puso una pequeña sonrisa.
-Se encuentra mal, y será mejor que repose...No hay nada más que hablar.
-Hyung...- cogí una tostada y empecé a morderla como si no comiese en toda mi vida. - ¿La quieres?
-Hoy estás muy preguntón, ¿qué te pasa? - dijo levantándose de la silla y entregándole su plato a la señora que estaba fregando la encimera de la cocina para que lo lavase.
-Solo...curiosidad.
-Estamos bien. - comentó.- Voy a ver a mi secretaria, - guiñó un ojo. - ¿te apuntas? Tiene una amiga que no está nada mal para ti. Creo que se llamaba Sarah o Lily...
-No. - interrumpí.- Recuerda que hace poco corté con mi novia. - dije serio.
-¡Mejor! Soltero, sin ataduras...
-Tío, ¿en serio que vas a serle infiel a tu novia?- me levanté de repente.
-Yo lo sé, ella lo sabe, ahora tú lo sabes...- cogió su chaqueta y antes de irse por la puerta gritó: '¡No te olvides del partido de fútbol! ¡Cuento contigo, hyung!' Abrí mi boca impresionado, o sea que, ¿ella lo sabía y no hacía nada al respecto? Esa chica era tan estúpida y rara. Por una pequeña parte de mí admiraba a Jae, y por otra me daba pena Haneul. No pensaba que mi amigo iba a tener tanta suerte en la vida.
-Voy a vacilar un poco...- dije sonriendo. - Pero siempre con educación...- cogí un plato de tostadas y me dirigí a su habitación. Abrí la puerta y no encontré a nadie. Miré extrañado la cama derecha y posé el plato en una de las cómodas, ya que ella tenía dos.
Vi un mural de fotos y me acerqué para observarlas. Había una foto de ella con unas gafas divertidas, otra con una amiga poniendo cara de tontas, otra soplando las velas de su cumpleaños de pequeña... 
Intenté no sonreír pero fue imposible. Cogí el plato de tostadas y abrí una puerta al lado del mural de fotos. Y allí estaba ella.
|Haneul|
Iba a quedar dormida hasta que escuché cómo la puerta del baño se abría de repente.
-¡Mierda! - abrí rápidamente los ojos y grité. - ¿¡Qué haces aquí?! ¡Fuera ahora mismo! - salió del baño corriendo mientras yo me levantaba y tapaba con una toalla.
-Quería traerte unas tostadas, pero no sabía que te gustaría hacerlo en la bañera. Aún así, no me voy a negar.
-¡Cerdo! - grité. Noté cómo su risa aumentaba.
-Si tanto me reclamas, entro otra vez. - dijo abriendo la puerta.
-¡No! ¡Quédate dónde estés! - grité nerviosa.
-¿Dónde? ¿Dentro o fuera? - dijo abriendo y cerrando la puerta rápidamente.
-¡Para quieto y vete de aquí!
-Vale, te espero en la cama, preciosa. - me guiñó un ojo.
-Asqueroso. - murmuré. Vestí unos pantalones cortos vaqueros y un jersey negro largo. Puse las zapatillas de andar por casa y abrí la puerta. Vi a Ji Yong tumbado boca arriba en mi cama, aún desecha.
-Pensaba que te había tragado el váter hija. Menuda poca espabilación. - se sentó en la esquina de la cama y me miró de arriba hasta abajo. Parecía que le gustaba. Sin embargo, a Jae no le gustaban los pantalones cortos para mí, decía que sólo las chicas con buen cuerpo podían llevarlos, y yo no era tan afortunada.
-¿Qué quieres de mí?
-Quería que desayunases.
-¿Algo más?- alcé una ceja.
-¿Sabes quién es la secretaria de Jae?
-¿Cómo no saberlo? Es como un Dios para él.
-¿Algo más? - preguntó curioso. Mis puños se apretaron al pensar en lo que estaría haciendo con mi prometido a esas horas.
-Le compra cosas, - cogí un poco de celo acercándome a mi mural de fotos. - le da cariño, - pegué el celo detrás de la carilla de una foto con fuerza. - le da respecto, - estampé la foto contra la pared haciendo ruido. - le da atención...¿Algo más querías saber?
-Creo que no.
-Pues vete.
-¿Vas a estar aquí encerrada hasta tarde? - moví mis hombros.- Si quieres ven a tomar algo con nosotros y ves el partido de fútbol.
-Id vosotros, ¿no es tu amigo?
-¿No eres su novia? - apreté mis labios. Tenía toda la razón y lo odiaba.
-Me lo pensaré, ¿con eso te vale? - asintió. - ¿Necesitas preguntarme algo más?
-¿Sigue en pie lo de la bañera? - cogí un cojín y se lo estampé en la cara. Él se empezó a reír mientras yo cruzaba los brazos. - Era broma...aunque si algún día te apetece, ya sabes a quién llamar...- salió de mi habitación sin parar de mirarme de arriba hacia abajo.
-Este tío está mal de la cabeza, se complementa genial con Jae. - dije en voz baja. Me estaba pensando seriamente en ir con ellos a tomar algo. Pero tenía miedo de preguntárselo a Jae. No sabía las consecuencias ni quería saberlas, pero de verdad necesitaba salir de esa casa. Tenía muchas ganas.
Después de dos horas en la habitación, escuché dos golpes fuertes en la puerta. Era él. Abrí rápidamente y entró sin preguntarme nada.
-Me ha dicho Ji Yong que quieres venir con nosotros a tomar algo y ver el partido. - dijo Jae con los brazos cruzados en frente mía.
-¿Puedo? - murmuré.
-Lo haré por él. Si fuese por ti te encerraría durante siglos. - tragué saliva.- Vístete decentemente o por lo menos inténtalo, ¿si? Y rápido, no queremos esperarte. - se giró y caminó hacia la puerta.
-Gracias por dejarme salir. - dije en voz alta. Jae se giró hacia mí y observó mi cara un par de segundos. Su mirada era fría. Se giró hasta la puerta, cerrándola de paso. '¿Por qué rayos le habría dicho eso?' me pregunté. ¿Tan desesperada estaba por salir?
Puse unos vaqueros rotos (ya que mi novio odiaba los shorts en mí) y un polo negro (también odiaba las camisetas con escote en mí, qué coincidencia, ¿verdad?) Puse mi chaqueta de cuero y cogí mi bolso negro. Bajé las escaleras y ahí estaban esperando Jae y su amigo.
-Pensaba que nunca bajarías.- comentó Jae rodeando los ojos.
-Venga, nos lo pasaremos genial. - animó Ji Yong haciendo que yo sacase una sonrisa.
-Lo intentaremos. - murmuró mi novio saliendo de casa.
Cuando llegamos al bar nos colocamos en la barra para ver mejor el partido de fútbol. El bar estaba medianamente lleno y la mayoría de la gente eran hombres.
-¿Qué vas a tomar? - me preguntó Jae.
-No sé, siempre me llevas la contraria, o sea que estoy indecisa. - contesté seria.
-Buena chica, ya sabes quién manda en nuestra relación. - contestó burlón.
-Yo quiero tomar lo mismo que tú, hyung. - dijo Ji Yong.
-No sabía que también tenías ganas de emborracharte hoy, hyung. - rieron ruidosamente. Me coloqué en medio de ellos.
-Como os emborrachéis, juro que vuelvo sola a casa. - murmuré.
-Cállate. - dijo Jae molesto. Apreté mis labios.
-Tranquila Haneul, no lo haré. - susurró Ji Yong en mi oído.
-Se agradece. - contesté seriamente.
-¿De verdad quieres ver el partido? - preguntó mientras Jae no paraba de mirar la televisión. Negué con la cabeza.
-Sólo quería salir con vosotros. - él sonrió.
-Lo pasaremos bien.
-Eso lo dices por ti. - murmuré haciendo muecas.
-¿Entonces por qué has venido si sabías que no lo pasarías bien? - odiaba que me hiciese tantas preguntas que me hicieran pensar.
-¿No puedes dejar de preguntar cosas estúpidas? Me estás hartando. - dejé la barra y salí afuera del bar. Crucé mis brazos y dejé que el aire entrase por mis pulmones, dentro del bar casi no se podía respirar de tanto humo que desprendían los cigarrillos de algunos señores.
-Hola, ¿tienes fuego? - me preguntó un chico saliendo del bar. Negué con la cabeza.
-Oye, eres muy guapa...- sonrió. - ¿Cómo te llamas?
-¿Puedes dejar de ligar conmigo e irte a otro lugar a molestar? Tengo novio. Gracias. - contesté seriamente. El chico se sorprendió con mi respuesta y entró otra vez al bar.
-Bien hecho.- oí una voz acercándose por detrás mía, abrazándome. Desearía que fuese Ji Yong, pero no había tanta suerte.
-Qué pena que tú no hagas lo mismo con tus secretarias, ¿no? - dije alzando una ceja. Él se rió levemente.
-Me dan pena, por eso lo hago. - susurró en mi oído. Un escalofrío recorrió por mi cuerpo.
-Entonces yo te doy asco. - murmuré. Él besó el lóbulo de mi oído.- ¿Estás borracho?
-Aún no.
-¿Por qué has venido hasta aquí? ¿No te importa más el fútbol que tu novia?
-Quería pasar más tiempo contigo. Además de verte discutir con ese pervertido.
-Parecía buen chico. - murmuré. Posó su barbilla en mi cabeza y juntando sus manos suspiró, haciendo que abrazase toda mi cintura.
-Es una preciosa noche. - dijo mirando el cielo.
-Lo sería si por lo menos me amases, Jae. - dije con los ojos llorosos.

Capítulo 5

Al llegar a casa aún seguía pensando en el beso que me había robado Ji Yong. ¿Qué se creía ese chico para poder besarme? ¡Y era el amigo de mi novio! ¡Por favor! 
Cuando él abrió la puerta, vi a Jae con los brazos cruzados:
-¿Te has divertido, eh? – preguntó. – Espero que lo disfrutases, porque no saldrás de esta casa en un mes. ¿Me has oído? – Ji Yong entró rápidamente en casa para no escucharnos discutir. Jae cerró la puerta de un gran golpe y miró mis ojos. Agaché la cabeza algo avergonzada por lo que en un pasado había hecho. – Odio que no me mires a los ojos mientras te hablo. – agarró fuertemente mi barbilla haciendo que levantase mi cabeza y mirase sus ojos. Parecían dos bolas de fuego, cada vez con más intensidad, acechándome. Tragué saliva.
-Jae, déjala. Ven, vamos a comer. – gritó su amigo mientras preparaba ya la cena. Me di cuenta de que en mi mano sujetaba la bolsa donde se encontraba la camiseta y la intenté tapar detrás de mí.
-¿Qué tienes ahí? – agarró mi brazo y soltó la bolsa de mis manos. – ¿Tu compra? A ver qué tontería te has comprado ahora. – mordí mis labios con muchos nervios. Noté cómo abría la bolsa y veía la camiseta, y vi cómo sus ojos, como bolas de fuego, se disponían a lanzar una llamarada sobre mí. – Sube a tu habitación ahora mismo. No salgas de ahí hasta mañana por la tarde. Como te vea andando tan tranquilamente por la casa, juro que te arrepentirás. Y no me hagas mencionar lo que te haré, porque hasta a mí me duele. – tragué saliva.
-Va...vale...- susurré. Lanzó la bolsa a mis manos mientras se quedaba con la camiseta en las suyas.
-¿Piensas que le quedará bien a mi secretaria, a Karen? – apreté mis puños fuertemente. – Bueno, seguro que le quedará mucho mejor que a ti... - me sonrió.
-¿Qué Karen? ¿Ya estás ligando con otras del trabajo?
-Eso no es tu problema.
-Aún no nos hemos casado y ya estás interesado en otras. – en ese momento, aparté mi cara hacia otro lado haciendo que la bofetada de Jae fuese a parar al aire. Le había ridiculizado por primera vez. Aún no me creía cómo había tenido YO el valor de poder hacer tal locura. Me miró con los ojos como platos.
-Vete a tu habitación, ya estás tardando. – dijo serio. Rodeé los ojos y crucé el comedor para subir las escaleras mientras Jae se quedaba paralizado. No sabía lo que me estaba jugando.
-Haneul, ¿no tienes hambre? – negué con la cabeza sin mirar su cara. - ¿Estás bien?- negué otra vez.
-Me voy a dormir.
-Buenas noches. – noté que sonreí por la manera en que lo decía. Nadie me había dicho  buenas noches en esa casa, solamente él. Ni Jae ni nadie. Solamente su amigo. Me parecía algo penoso por mi parte. Subí las escaleras lo más rápido posible y me encerré en el cuarto de invitados. Aún recuerdo cuando dormía en la habitación de Jae, dormíamos abrazados, con las manos perfectamente incrustadas como si encajasen perfectamente. Me senté en la cama y una lágrima descendió sobre mi mejilla. También recordaba cuando me acariciaba las manos, podría pasarse horas así. 'Tus manos son perfectas para un anillo de boda'...Sí, eran perfectas. Ahora las miraba y veía las uñas mordidas de mi nerviosismo hacia él, los nudillos quemados por su culpa...Me dolía que en tan poco tiempo, una persona pudiese cambiar de mentalidad. Ni tampoco el porqué. ¿Dónde había descubierto esa forma de tratarme? ¿Sería por diversión? ¿O para aterrarme? Me tumbé en la cama y otras cuantas lágrimas escaparon de mis ojos sin ser llamadas. Después de media hora, aún no conseguía conciliar el sueño. Oí unos toques en la puerta, a la tercera vez, me levanté un poco mareada y abrí la puerta:
-Hola...- susurró Ji Yong. Toda la casa estaba a oscuras, seguramente Jae ya estaría dormido. – Te he traído un plato de la comida que te he guardado. – sonrió.
-Pasa. – abrí la puerta del todo y él se sorprendió.
-¿Segura?  - asentí con la cabeza. Entró en la habitación y cerró la puerta sin hacer mucho ruido. Me senté en la cama y empecé a comer. – Espero que no esté fría, me harías quedar como un mal cocinero. – sonrió, apoyado en una cómoda de madera.
-Está muy rico. – dije mirándole y sonriendo.
-¿Estos erais tú y Jae? – dijo cogiendo una foto y mirándola con una sonrisa.
-Sí.- sonreí.
-Se os nota muy enamorados. – era la primera foto que tuve con él siendo su novia. Él estaba agarrando mis caderas detrás de mí. Yo entrelazaba sus manos con las mías. En nuestras caras se proyectaban sonrisas y en los ojos, felicidad. No solo en mi cara, también en la suya. Al instante, me acordé de que en poco tiempo sería nuestro aniversario. El otro año, lo único que me regaló fue un llavero. Después de haberlo tirado, tuve dos semanas el ojo derecho violeta. No se lo recomiendo a nadie.
-Se nos notaba. – su cabeza se levantó hasta mirarme y posó el cuadro donde momentos antes se situaba.
-¿Ya no?
-El amor es hermoso, sólo mientras duran el contraste y el deseo; después, todo es debilidad y costumbre. – sus ojos se fijaron en los míos directamente.
-Eso es una frase preciosa. – sonrió. – Pero Jae no es una mala persona.
-Déjame 5 minutos a solas con él y sabrás lo que es capaz de hacer. – su sonrisa se desvaneció.
-Se preocupa por ti y...
-Quiero cambiar de tema, por favor.- murmuré. Él apretó los labios confundido, pero con ganas de saber nuestra historia.
-¿Sabes? Yo también he rompido hace poco con mi novia. Esa frase sería perfecta para ella y yo.
-¿Qué ha ocurrido?
-Todo era precioso hasta que nos empezábamos a pelear por cualquier cosa. No estaba preparada para tener un novio, sin embargo, tampoco estaba preparada para abandonarme. Empezamos a discutir como una pareja que ya había perdido todo el amor.
-Lo siento. – murmuré.
-No pasa nada. – sonrió.
-¿Aún sigues sintiendo algo por ella? – se quedó en silencio. Agaché la cabeza avergonzada por lo que acababa de preguntar. – Perdona, no era mi intención...- se acercó a mí y se puso de cuclillas para mirar mi cara.  
-¿Por qué no has bajado a comer? Se nota que tienes hambre.
-No tenías ganas, de verdad. -  bajé la cabeza. 
-Puedes decirme una mentira o por lo menos esconderla un poco mejor. – sonrió, haciendo que yo enseñase una leve sonrisa.
-¿Prometes no decírselo a Jae?
-Ni que te fuese a matar...- tragué saliva.
-No le gustó nada que le desobedeciese. Y ahora tengo mi castigo.
-No has hecho nada malo.
-Eso díselo a él.
-¿Y tienes que estar encerrada sólo porque él te lo dice?
-Sí...
-Eres estúpida, en serio. – rio. – Jae es incapaz de hacerte nada.
-¿No me crees?
-Es mi amigo. Creo que te estás quejando de vicio. Vives en una mansión de la leche y por encima te quejas. Preferiría ser mil veces tú que yo mismo. - se quedó mirándome fijamente.
-Fuera de mi habitación.
-Pero...
-Fuera ahora mismo y llévate tu asquerosa comida. – me levanté y le entregué el plato. Él suspiró y abrió la puerta.
-La próxima vez te traeré comida de perro, para tu gusto. – sonrió irónicamente. Cogí un cojín y se lo lancé a la cabeza, lamentablemente cerró la puerta y el cojín yació en el suelo.
'¿Por qué nadie me cree?' pensé en mi mente. Empecé a llorar en silencio, abrazando mi almohada, mojada por mis lágrimas. Toda la gente pensaba que debería estar feliz, que me lo merecía. Pero nadie sabía que yo me merecía algo más que eso. Mucho más.

Capítulo 4

Después de media hora pensando en lo ocurrido, abrí la puerta de mi habitación y oí risas que provenían del salón. Lo que faltaría sería es que ese tipejo trajera más amigos a casa. Apreté mis puños y empecé a bajar las escaleras. Me dirigí hacia el salón y vi dos chicos sentados en el sofá riéndose, viendo un partido de fútbol con el volumen más alto que la tele podía alcanzar.
-¡Fuera de mi ca...! – mi cara palideció cuando el presunto amigo de Ji Yong se giró. - ¿Jae?
¿Qué haces en casa? – tragué saliva. Los dos me miraron y sonrieron.
-Me he escaqueado del trabajo para saludar a este crack y para contarnos qué tal nos va nuestras vidas. – '¿Te escaqueas del trabajo para ver a tu amigo antes que tu prometida'? De repente se empezó a reír por lo bajo. – Ya me contó este hyung cómo le has recibido. Eres un poco payasa de más, ¿no crees?  - los dos se empezaron a reír. Mis uñas se empezaban a clavar cada vez que apretaba más mis puños. – ¡Dale dos besos de bienvenida!
-¿Estás loco? Eso no se puede...- dije avergonzada.
-Ya es como de la familia. - interrumpió. – Y te lo ordeno. – murmuró para que Ji Yong no lo escuchara.
-Siéntete afortunada, cielo. – su amigo se levantó hacia mí mientras Jae se reía al ver mi cara. – Lo vas a disfrutar, no lo dudes.
-Si logro no vomitar en el acto...-murmuré. Se acercó hacia mí y lentamente me dio el primer beso en mi mejilla izquierda. Movió su cabeza hacia la derecha, queriendo rozar sus labios con los míos y aparté un poco la cabeza hacia atrás para que eso no ocurriese. Después de darme el segundo beso en mi mejilla derecha me puse colorada. Ji Yong lo notó y sonrió levemente.
-Te dije que lo disfrutarías. – apreté aún más mis puños. Se volvió a sentar en el sofá, al lado de Jae.
-¿Y la pizza? – pregunté con mucha hambre.
-La hemos comida toda.
-La he pedido yo, podríais ser educados y dejarme aunque solo sea el mínimo trozo debido, ¿no creéis?
-Puede. – dijo Jae sin mirarme, embobado con la televisión.
-¿Me estás haciendo caso? – asintió sin mirarme otra vez. - ¿Seguro? – asintió otra vez. Suspiré hondo. Ji Yong giró su cabeza y me miró, se rió levemente. - ¿A ti te hace mucha gracia también, no? – dije entrecerrando los ojos. Él asintió mirándome. No sé qué me ponía más nerviosa, que Jae no me mirase o que su amigo me mirara. – Pues si tanto me haces caso, me voy de compras, ¿entiendes? De-compras. Y me vas a dejar TÚ dinero. Di-ne-ro. – cogí su cartera, que estaba posada  en la encimera de la cocina. Sonreí al ver su tarjeta de crédito. La metí dentro de mi sujetador, 'nadie meterá la mano ahí' pensé. Me dirigí hasta la puerta de casa, hasta que oí la voz de Jae:
-¡No vas a salir de casa de ninguna manera! ¡Ni siquiera con MI tarjeta de crédito! ¿Me oyes? ¡De ninguna ma...! – abrí la puerta rápidamente y la cerré con llave. Sonreí.
-¡Sigue viendo la televisión, no me importa! ¡Te quiero, cariño! – dije irónicamente. Oí cómo Jae me empezaba a maldecir con todas las palabras posibles. Empecé a andar tranquilamente hasta el centro comercial más cercano.
Entré en la tienda más cara posible, si por mí fuese, le acabaría todo el dinero que tuviese el desgraciado de mi prometido. La música de la tienda parecía que cada vez su volumen iba aumentando considerablemente, yo era la única en la tienda que lo notaba. Me quedé parada. Nunca había estado sola en una tienda, siempre me acompañaba Jae para ver la cosa menos escotada y decente de esta. Me acerqué a un estante y miré la ropa.
-Fluorescente no... - di un paso hacia un lado. - Escote no...- di otro paso sin parar de mirar la ropa del estante. - Camiseta con malas palabras no...- di otro paso y tropecé con un chico pisando su pie. - ¡Oh! ¡Lo siento, yo...! – le miré con cara preocupada.
-No pasa nada, ¿te puedo ayudar en algo? – vi que en la parte derecha de su pecho había un pequeño cartel de 'Ayudante'. Sonreí aliviada.
-Perdona, estaba buscando una camiseta que me quedase bien y...- paré de hablar mientras me miraba desde arriba hacia abajo. Me sonrojé.
-No te preocupes, tienes un buen cuerpo y te quedarían todas las camisetas de la tienda bien. – sonreí avergonzada.
-Gracias...- murmuré.
-Tengo una perfecta para ti, a no ser que ya quisieses una camiseta específica. – sonrió. Sus ojos no paraban de brillar. '¿Me puedo quedar en esta tienda toda mi vida?' me pregunté a mí misma.
-No, no tengo ninguna idea en la mente. – reí levemente. 'No te pongas nerviosa y lo estropees todo Haneul, no.'
-Entonces ¿puedes acompañarme? -  asentí con la cabeza, empezó a andar por la tienda y yo le seguí al mismo ritmo de sus pasos.
-¿Te gusta? – dijo parándose en una camiseta.
-Bésame el...- paré de leer las letras que contenía. Tosí un poco. El ayudante se rió levemente.
-Tiene todas las características que una joven de tu edad le gustaría. Fluorescente, escote y una frase pegadiza, un poco grosera. – puse una sonrisa falsa. ¿Cuántos años me echaba este tío?  - ¿Te gusta? – asentí nerviosa, no podía decirle que no. - ¿Estás interesada en comprarla? – asentí con la cabeza repetidamente. ¿¡Qué?! ¡NO! ¡Haneul! ¿Qué estás haciendo? – Acompáñame a la caja, esta será tu talla fijo. – nos dirigimos a la caja mientras yo resoplaba. Pagué con la tarjeta de Jae y salí de la tienda. Suspiré un minuto y pensé en volver a casa. Después me di cuenta de que no dejé con muy buen sabor de boca a Jae y se me pasó al instante. Tomé un café en una bar cerca del centro comercial. Al acabar, pedí un taxi a casa. Ya era de noche, el tiempo se pasaba rápido con mi móvil en las manos. Salí a la calle y me acerqué al lugar acordado entre el taxista y yo. Mis manos temblaban, hacía mucho frío. Odiaba estar en la calle sola, desprotegida, como si alguien pudiese secuestrarme. '¿Sería mejor que me secuestrasen para no volver a ver a Jae?' Un estremecimiento recorrió mi cuerpo al pensar en eso. Esperé 5 minutos, sin moverme para nada, hasta que oí unos pasos corriendo hacia mí. Me puse nerviosa, pero seguí mirando al frente. De repente, noté que la persona que corría, en la oscuridad, me cogió brutamente de mi brazo y me arrancó de este mi bolsa de compra. Grité lo más alto que pude. Me empujó un poco y salió corriendo.
-¿¡Qué haces?! ¡Devuélveme esa bolsa! – grité corriendo detrás del supuesto ladrón. No sabía lo que me estaba pasando, pero necesitaba quitarle esa camiseta de sus manos. Si estuviese Jae ahí, seguramente volveríamos a la tienda a comprar otra o, como mucho, se reiría de mí. Pero en ese momento Jae no estaba, no estaba ahí como para evitarlo y yo necesitaba hacerme notar de nuevo. El ladrón giró a la derecha por un callejón aún más oscuro en el que solo alumbraba una pobre bombilla, a punto de gastarse. Corrí con toda la energía que me quedaba, agarré al ladrón de su brazo para girarle y luego pegarlo contra la pared. Le agarré del cuello. Miré sus ojos.
-Wow, no esperaba que llegases ni al primer callejón. Buen trabajo, nena. – esa voz, esa estúpida voz. - Me gustan las tías agresivas.
-¿Ji Yong? – él acarició la mano con la que estaba agarrando su cuello. Me di cuenta de lo que estaba pasando y me aparté de él tres pasos hacia atrás. – Yo...lo siento...pero...- miré su risa burlona en su cara. - ¿¡Por qué me has robado?! – grité con rabia.
-Tu novio me mandó para que te controlase, y para controlar lo que has comprado. – sacó la camiseta de la bolsa. Abrió los ojos como platos. – 'Bésame él...' - sonrió. – No hay duda de que a Jae no le va a gustar un pelo, sabiendo cómo es. – mordió su labio inferior mirándome penetrante a los ojos. – Pero tampoco tengo duda de que no te quedaría genial acompañado de un tanga estrecho. – mis mejillas se volvieron rojas en segundos.
-¡Eres un cerdo! – agarré la camiseta y la puse en la bolsa, quitándosela de las manos.
-Cada vez me impresionas más, dongsaeng, y aún es el primer día. – de repente, la luz se apagó y me asustó haciendo que soltase un pequeño grito. Cuando la luz se apagó por completo, algunas chispas saltaron hasta alcanzarme. Ji Yong agarró mi brazo hasta abrazarme a él para que las chispas no me tocasen ni un pelo. Nuestras caras estaban demasiado cerca y mi pulsación iba subiendo rápidamente. Tragué saliva. Él notó lo nerviosa que estaba, a tal punto de sonreír y acercar más su cara hacia la mía. Y me besó. Abrí los ojos como platos y me aparté de él rápidamente.
-¿¡Estás loco?! ¡¿Qué haces?! – se empezó a reír.
-Solo quería ver tu reacción, qué pena que no hubiese luz alguna para verla. – abrí mi boca impresionada. ¿De dónde había salido ser tan despreciable como este? – Ah no, espera. – noté que sacaba algo de su bolsillo y alumbraba mi cara. Era su móvil con una pequeña linterna en el flash. Se empezó a reír aún más. – Ahora ya sé porqué Jae sale contigo. – fruncí mi ceño y apreté mis puños.
-¿Por...por qué? – miré al suelo avergonzada. La verdad es que no tenía ni idea aparte de porque mis padres me obligaban.
-Para reírse de ti. – se rió aún más. Mis ojos se volvieron cristalinos intentando aguantar las lágrimas y el nudo en la garganta que tiraba fuertemente de mí. Mordí mi labio inferior todo lo posible. Su sonrisa se volvió en una cara preocupada. – Hey, que era broma. No tienes porqué ponerte así. Solo lo hago para molestarte.
-¿Y por qué lo haces si sabes que va a molestarme? – agarré fuertemente la bolsa y empecé a caminar fuera del callejón, dejando a Ji Yong atrás de mi vista. Él corrió hasta mi lado.
-Pediremos un taxi. – rodeé los ojos y paramos al lado de la carretera mientras él enviaba un mensaje a la parada de taxis de la ciudad.
-¿Me dejarás un día en paz?
-Este solo es el primero. – sonrió mirando al suelo. Negué con la cabeza y me miró. Noté que nuestras miradas se estaban cruzando y miré hacia otro lado mientras frotaba mis manos. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Miré a Ji Yong para ver si seguía observándome, y sí, aún seguía así. Me sonrió y colocó en mi cuello una bufanda que estaba usando él en ese mismo momento. – No quiero que cojas frío.
-Gra...gracias. – sonreí tapando mi nariz con la bufanda y cerrando los ojos para sentir el calor de esta. Ji Yong acarició mi cabeza rápidamente y antes de que pudiese abrir los ojos, el taxi ya estaba esperando delante de nosotros.

sábado, 6 de febrero de 2016

Capítulo 3


-Jae, cariño…- dije con una voz temblorosa. Tragué saliva y miré hacia el suelo avergonzada. – Pensaba que eras otra persona…No quería…
-Mira, me da igual. – me cortó de repente. ¿Qué le daba igual? Eso significaba dos cosas, o que quería algo de mí o que hoy sus secretarias estaban muy contentas. – Espero que fuese otra persona, sino ya estaría llegando a casa para darte tu merecido. – apreté fuertemente mis labios. Sabía que tenía toda la razón. – Pero no era eso por lo que quería hablarte, ¿piensas que me importa tu estúpida vida? – apreté mis puños, intentado respirar lo más normal que pudiese. – Quería comentarte una cosilla de nada…Un amigo mío de toda la vida va a vivir por un corto plazo de tiempo en nuestra casa. No es nada personal, sólo que el pobre no encuentra trabajo y la zorra de ahora su ex novia le ha echado literalmente de su casa.
-Pero…¿sus padres no pueden…?
-He dicho que vivirá en nuestra casa hasta que se pueda independizar. Me lo ha pedido y yo no le he podido decir que no. Es uno de mis mejores amigos.
-¿Cuáles? ¿Los de tu empresa o solamente los que se emborrachan todos los jueves contigo? – grité por el móvil molesta.
-¡Cállate! – gritó desde la otra línea. – No te he dado la palabra. Ni siquiera tu maldita opinión. Vendrá a la hora de comer. Prepárale algo, estará hambriento.
-¿¡Piensas que soy tu puta criada?! ¡No conozco de nada a ese hijo de…! – colgó antes de que pudiese dar mi más sincera opinión sobre lo que me parecía su amigo, su madre y todos sus muertos. Gruñí aún más e intenté calmarme. Miré mi reloj, ya eran las doce y media.
-Ni para ti ni para mí. Llamaré a una pizzería, si piensa que cocinaré para él, que se vaya buscando un buen trabajo.
Después de media hora, una agradable mujer timbró a la puerta con la pizza tamaño grande. La posé en la mesa grande del salón, de nuevo puse música en mi móvil y con los auriculares en los oídos empecé a bailar. Robé un trozo de pizza. Riquísima.
|Ji Yong|
-¡Cállate de una maldita vez! – me gritó mientras conducía hasta la casa donde mi amigo Jae me dejaría vivir por un tiempo.
-Si supiese lo pesada que serías al llevarme hasta ahí, te juro que te cerraba la boca con un trapo. – dije en voz alta mirando hacia la ventana, rodeando los ojos.
-Siempre haces lo mismo, Ji Yong. Estoy cansada de ti y de todas tus gilipolleces. – sollozó pisando aún más el acelerador. – Espero que en esa casa aprendas lo que te has perdido. – de repente, el coche paró, y mi frente dio un golpe contra el cristal del coche. Cerré mis ojos y maldecí en voz baja.
-Sé lo que me he perdido, sí que lo sé. – dije molesto. Cogí una pequeña maleta negra que estaba apoyada en mis muslos y salí del coche con la puerta abierta. – Una vieja y aburrida bruja como tú, eso es lo que me he perdido. – cerré la puerta haciendo más ruido del que ya estábamos montando.
-¡No te quiero volver a ver en mi vida! – aceleró hasta dejar marcas de las ruedas del coche en el asfalto.
-¡Piérdete! – grité hacia el aire. Ya se había ido. Suspiré. Cogí mi maleta y me giré hacia mi nueva casa. No estaba nada mal, pero, ¿para qué quería una casa tan grande si él vivía sólo? Empecé a andar hasta la puerta y me detuve en el felpudo. Busqué entre los bolsillos de mis pantalones la llave que me había dado Jae. Abrí despacio la puerta y di unos pasos más adelante para cerrar esta por completo. Miré la casa de arriba a abajo. Estaría solo hasta que llegase mi amigo de trabajar. O eso creía. Escuché unos pasos rápidos y fruncí el ceño. Dejé mi maleta en la entrada y caminé lentamente hasta el salón. ¿Quién podría ser? Jae me había dicho que las señoras de la limpieza vendrían el día siguiente. Cuando pisé el suelo del salón, levanté la cabeza y abrí al mismo tiempo los ojos y la boca de una manera espectacular. ¿Era ella?
|Haneul|
Después del crimen perfecto, sí, robar una pizza que yo mismamente había pedido y pagado, empecé a bailar y a cantar (o mejor dicho, balbucear, ya que tenía toda la porción de pizza en mi boca) como nunca antes lo había hecho. Empecé a saltar por todo el salón con la pizza en la mano y a grito pelado. Escuché algunas risas, y por lo que la canción decía, no parecía que fuese de esta de quien provenían. Me giré con el ceño fruncido y tragué de golpe toda la pizza. Literalmente, porque en ese mismo momento tuve que toser varias veces para no ahogarme. Quité rápidamente mis auriculares y mi móvil para posarlos al lado de la caja de la pizza. Era él. Se estaba riendo, notaba cómo mi cara se ponía más roja de lo normal. No sólo por la vergüenza, también la rabia. ¿Qué hacia allí, en ese mismo momento, el chico de la farmacia?
-¿¡Qué coño haces aquí?! ¡Esta es mi casa! ¡Fuera de aquí! – grité, asegurada de que ese no era ni mucho menos el chico con el que conviviría en mi casa.
-Me ha encantado tu baile, en serio. – dijo riéndose y aplaudiendo. Suspiré por un momento y dejó de reírse. – Creo que el destino nos ha unido, nena, primero la farmacia con los preservativos, luego en esta casa solos…- sonrió pícaramente y gruñí. Me acerqué a él hasta plantarme delante de sus narices.
-¡Fuera de mi casa! – grité empujándole.
-¡Eh, eh, eh! Calma fiera. – sonrió. – Creo que la que se debería ir eres tú. ¿Por qué estás aquí? ¿Me persigues o algo?
-Ya más quisieras…- murmuré. – Soy la novia de Jae. ¿Quién eres tú?
-Soy el chico que pasará aquí un tiempo para…- mi suspiro no le dejó finalizar la frase. Mi cara se puso roja al instante, pero esta vez de vergüenza. Él se rió levemente. -Has puesto una cara al verme que…- se empezó a reír mientras me dirigía hasta la mesa. Abrí la caja.
-Sírvete por ti mismo. A ver si no te atragantas con el primer trozo. – se sentó literalmente en la mesa moviendo los pies y cogiendo el primer trozo de pizza.
-Tranquila, no haré como tú cuando me has visto. – gruñí enfadada.
-Estaré en mi habitación por si me quieres molestar aún más. – sonreí irónicamente.
-¿En serio que no quieres comer más pizza? Está riquísima. – dijo sonriéndome pícaramente.
-Eres un capullo. – dije cortante. Me dirigí hasta mi habitación y cerré la puerta lo más fuerte posible. ¿Cuánto tiempo tendría que aguantar a ese imbécil? Me tumbé boca abajo en mi cama llena de rabia y vergüenza.

Capítulo 2

No había nadie, perfecto. La farmacéutica estaba colocando las medicinas en una sala donde estas se guardaban. Se podía ver la mitad de la sala perfectamente desde el mostrador. Comencé a mirar los chupetes para bebés. Nunca había sentido tanta vergüenza. Tragué saliva. A Jae no le gustaban los bebés, ni los niños. No soportaba verlos. Anduve lentamente hacia el expositor de biberones, haciendo como si me interesasen, pero lo único que quería era encontrar sigilosamente con la mirada el expositor de preservativos y salir corriendo de allí. Anduve un poco más rápido, mi corazón latía cada vez más rápido. Observé una crema revitalizante para la cara. Mentiras y más mentiras, pensé. Arrastré los pies hasta el mostrador y miré hacia los lados por si alguien se hubiese dado cuenta. No había nadie. Di un paso gigante hacia la derecha, estaba en frente mía, por fin. Había muchas clases, infinitos. ¿Qué pensarían los de la farmacia? ¿Qué era una experta en esas cosas? Parecía que querían llamarme puta en toda la cara. Suspiré aliviada, ni una sola alma en la farmacia, excepto la farmacéutica, ocupada con su trabajo en otra sala. Sonreí levemente:

-Al final no fue para tanto... – murmuré, alzando la mano para elegir los múltiples tipos. Hasta que, de repente, oí que la puerta de la farmacia se habría, pero ya no me importaba. Sería una persona que no conocería y que jamás en mi vida la vería otra vez, solo con la más pura coincidencia. No oía los pasos de la persona mientras miraba curiosamente las pequeñas cajas de preservativos.

-¿Te puedo ayudar en algo, preciosa? – giré mi cabeza y me sobresalté, un pequeño grito salió de mi boca, provocando una leve sonrisa en ese desconocido. Tenía el pelo tintado de color rojo ardiente pasando casi a un naranja fuerte, tan ardiente como sus ojos pícaros y vacilantes. Vi el mismísimo cielo al ver sus brillantes dientes relucir de su boca. Simplemente perfecto, pensé. Tragué saliva. Me había quedado paralizada al ver como sus ojos se clavaban en los míos.

-Estaba mirando...pero ya me iba a ir ahora y...

-Tranquila, te ayudaré. – miró el expositor. – Soy experto en esto, si quieres algún día te lo demuestro. - solté una cara de asco. ¿De dónde había salido una persona tan carente de educación y respeto? Alcé una ceja y él guiñó su ojo izquierdo.

-Cogeré este, ya te puedes largar. – cogí una caja pequeña cualquiera, la leí de repente y abrí los ojos como platos. Oí como se reía.

-¿Maxi? Eso sí que es tener demasiada esperanza en una persona...

-¿Se la has visto, listillo? – me giré hacia él.

-¿Se la has visto tú? – dijo con cara picante y mordiendo su labio inferior. No, nunca lo había hecho con él, ni lo pensaba hacer. Bajé mi cabeza y rápidamente dejé la caja donde tenía que estar.
– Eso responde a mi pregunta. – dijo sonriéndome.

-¿Podrías dejar de molestarme? O solamente dejar de respirar, te lo agradecería un montón. – dije sin querer en voz alta. No podía creer que le levantase la voz a un desconocido. Él abrió los ojos.

-Nena, tranquilízate, ¿sí?

-Déjame. – cogí una caja que ponía 'Medium' y dejé el dinero exacto de mi bolsillo en el mostrador, haciendo un leve sonido al posarlos en la mesa de mármol. Giré mi cuerpo en dirección a la puerta, hasta que encaminándome a ella, el desconocido cogió mi muñeca y me giró hacia él.

-Me llamo Kwon Ji Yong. – miré sus ojos y me quedé perdida en ellos.

-Soy Park Haneul Lee. – sonrió.

-¿Y cuándo te demuestro mis habilidades para usar estas cositas? – dijo mirando la caja de preservativos que yo sujetaba. Le lancé una cara de odio, y le empujé mientras él no paraba de reírse. Salí andando rápido de la farmacia, colorada, muy colorada. Corrí hasta la casa intentando olvidar esa escena tan cómica y tan vergonzosa para mí. Abrí la puerta de casa y vi cómo oppa empezara a comer sin mí. Dejé la caja en la mesa de la entrada.

-He empezado a comer sin ti. – bajé la cabeza y me senté enfrente suya. Por lo menos había sido un poco considerado y me había hecho la cena. Ya que algunas veces cuando yo hacía algo que no le gustaba me castigaba sin cenar, sin salir de la habitación, pegándome o cualquier otro estúpido castigo que se les ponen a las adolescentes de 15 años. Pero yo ya tenía 23 años, no quería esperar a tener 30 tacos para que me tratase como una persona adulta. Bueno, si llegaba a los 30, tenía pensado en suicidarme si él no cambiaba. Y no habría ni una remota posibilidad de que cambiase. Ni una. - ¿Por qué has tardado tanto?

-Había un tío chiflado en la farmacia...

-¿Te ha hecho algo?

-Sólo me ha molestado, pero me he ido lo más rápido posible.

-Niños estúpidos...- rodeó los ojos e hizo muecas. – Me voy a la cama. – se levantó rápidamente de la mesa y subió las escaleras.

-Buenas noches. – dije algo molesta por esa escapada tan brusca. No oí respuesta. Sólo escuché la puerta de su cuarto cerrarse. Yo seguramente dormiría en el cuarto de invitados, algunas veces lo hacía, ¿para qué mentir? Le tenía miedo. Aunque muchas veces le contestase de mala manera igualmente ese miedo no se iba nunca de mi mente. Prefería tener la más mínima relación con él hasta que algún día llamase a mis padres para soltarme y que ellos me dejasen tener al novio que yo quisiese. Cosa que nunca pasaría. Mi vida no era un cuento. Y mucho menos de hadas. Lavé los dos platos y subí hasta el cuarto de invitados para luego dormir.

...

A la mañana siguiente, la alarma de mi despertador sonó a las diez y media. Gruñí tirando el móvil al suelo sin querer. Gruñí. Pensé en Jae, que a estas horas estaría trabajando en su empresa, em, lo siento, ¿he dicho trabajando? Ah, no, sólo estaba calentando su culo en una silla de cuero viendo cómo sus secretarias le guiñaban el ojo y trabajaban. Gruñí otra vez. Me levanté de la cama y posé mi móvil en la pequeña mesa que estaba al lado de mi cama. Me adentré al espacioso baño que había exclusivamente para ese cuarto y miré mi imagen reflejada en el espejo. Tenía el pelo corto, muy corto, con algo de flequillo largo capeado por la parte derecha de mi cabeza. Jae odiaba mi pelo, decía que parecía un chico, que le gustaban más las chicas con pelo largo. ¿El amor se mide por cuan largo tengas el pelo? En mi vida había pensado eso hasta que lo conocí. Hasta pensó en comprar extensiones sólo para que le pareciese más atractiva. En mi opinión, el pelo corto es tan bonito como el pelo largo. Cogí un pequeño cepillo y lo pasé por el flequillo, haciendo que quedase liso por completo. Bostecé libremente y estiré mis brazos al aire. Bajé hasta la cocina. Sola en casa. Me encantaba que él no estuviese en casa, casi siempre venía a las seis y media. Me daba tiempo para ir a tomar algo a un bar y...conocer más la casa en la que vivía. No tenía amigas, aparte de las señoras de la limpieza. Todas estaban estudiando en el extranjero, y yo ahí, encerrada en esa casa, en esa ciudad que por tan grande que fuera no había mucha cosa que hacer si no estabas bien acompañado. Tomé mi desayuno rápidamente, cogí mi móvil con mis auriculares ya conectados en este y empecé a escuchar música mientras empezaba a bailar y a cantar por la casa adelante. Después de una hora aprendiendo de memoria todas las canciones de mi playlist y ensayando las coreografías que tarde o temprano sabía, un mensaje resonó en mi bandeja de entrada. Abrí el Kakaotalk y vi quién era: 'Hola cariño, ¿cómo te encuentras?' – Appa. Mi padre otra vez molestando, pensé. Contesté rápidamente rodeando los ojos: 'Ocupada, déjame.' Como podéis comprobar, no tenía muy buena relación con mi padre, sobre todo desde que me emparejó con Jae. Cerré la aplicación y bloqueé el móvil. Después de 30 segundos, este empezó a sonar a base de 'Love me right' de EXO, uno de mis grupos preferidos. Y adivinad quién odiaba ese grupo, sí, Jae. Gruñí, pensando que sería mi padre para ver si todo estaba en orden. Gruñí otra vez, cogí fuertemente mi móvil y dibujé una 'H' en el patrón para desbloquearlo. Contesté a la llamada sin tan siquiera mirar quién llamaba.

-¡Todo está genial, déjame en paz ya! – grité al móvil.

-¿Perdona? – noté cómo una jarra de agua fría se estampaba contra mi cara. No pensaba ni de lejos que sería esa persona.